


El hermoso orto de <"Celeste Muriega">, y más con ese hilo dental, remite a largas jornadas de garche por atrás, en el ferviente deseo de hombres ganosos de consumar el gran acto vital superlógico del orgásmico acontecer.
Ni más decir de las lavas blancas del acto más caro a la diosa Venus ardiendo entre esas montañas, territorios conquistados a fuerza del más poderoso de los arsenales: el lubricante de uso íntimo, que en nuestras fantasías compartidas imaginamos en artesanal labor adecuadamente colocado por húmedas y rígidas paredes internas, arrugas y oquedades en una cola como la de Celeste Muriega, que nos ataca con su terrible orto al mostrárnoslo con esa tanguita, siendo que la china está tan lejos.
En realidad es de su época de bailarina de programa televisivo de bailanta, actividad que también serviría para ascender en el mundo de la fama a Evangelina Anderson, otro terrible orto y tetas encajados en una chica famosa.